El ruido, el peor enemigo de los empleados mexicanos

Un estudio realizado por el Centro Regional de Investigaciones Interdisciplinarias, muestra que la contaminación acústica da lugar a una pérdida de 30 minutos de trabajo por día, dentro de un promedio de 5 millones de trabajadores evaluados. La factura para las empresas es elevada: ¡230 millones de pesos al año! Tal vez te habrás dado cuenta: uno trabaja mucho mejor en el silencio y la soledad; vas más rápido y por encima de todo, ¡es más eficiente!

Por supuesto, la propuesta de amplios espacios abiertos no ayuda a esta tendencia, por el contrario, la agudiza más. Los traslados de un lado a otro, zapatos de tacón recorriendo los pasillos, el tono de la llamada, el constante impacto de los dedos con el teclado, la goma de mascar, los cajones abriéndose y cerrándose, los estornudos, los chacoteos o hasta imprudentes carcajadas, son un verdadero dolor de cabeza para quien busca concentrarse en sus labores.

Casi seis de cada diez dicen que se sienten molestados por esos sonidos, y eso causa la fatiga del oído en el trabajo. Otros denuncian la contaminación acústica causada por sus empleados todos los días. La gestión de los problemas de audición es pesado para la empresa; sobre todo si añadimos el absentismo laboral, el coste de la sustitución y la interrupción del trabajo en equipo. En los negocios, el ruido causa estrés, tensiones y los conflictos interpersonales. En un largo artículo sobre el tema, el New York Times informa que en un principio, este odio de los sonidos es válido especialmente para empleos que requieren de una mesa, en este caso, un escritorio.

Hay un escudo, que ya cuenta con las probabilidades en los negocios: los auriculares, que tiene al menos el mérito de lo que nos permite elegir los sonidos que deseamos escuchar, y aislar el ruido exterior. El equivalente de “no molestar” que se deja en la puerta de una habitación de hotel, por ejemplo. La prueba: el New York Times informa que la mayoría de la gente el uso de auriculares en la oficina ¡no escuchan nada! Aunque somos seres comunicativos, hay que saber diferenciar el ruido innecesario de la palabra, la cual es sustancial para lograr comprendernos.